Juan 14:23 "Le contestó Jesús:
—El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él.”
Desde que Dios me salvó, al comenzar a leer la Biblia quedó más que claro para mí, que Dios demanda obediencia, obediencia a Su Palabra escrita. Desde ese momento comencé a leer la Biblia en oración, para conocer que Dios dice y pide de mí como mujer cristiana. Saberlo me permitió entender la importancia de lo que Dios pide y por ende, venir con un corazón dispuesto a realizar lo que Dios demanda de mí. La única manera de que esto sea posible, es tener mis ojos puestos en el Señor, quien me da la fuerza.
El propósito por el cual creé este “blog”, fue con la única intención de que las mujeres cristianas que aun no están ejerciendo su rol bíblico, entiendan la importancia de obedecer la Palabra de Dios, de honrarle y de vivir el alto llamado de Dios para la mujer cristiana. Si pudieran conocer la seriedad de este asunto y si verdaderamente vivieran en obediencia a Dios, nuestros hogares serían hogares armoniosos, nuestros matrimonios reflejarían la relación de Cristo y Su iglesia, nuestras iglesias tendrían familias saludables y aunque parezca exagerado, nuestro país sería un lugar diferente.
Dijo en cierta en ocasión el segundo presidente de los Estados Unidos, el Presidente John Adams: “De todo lo que he leído sobre historia y gobierno, sobre la vida humana y los modales, he llegado a la siguiente conclusión: Los modales de las mujeres son el barómetro más infalible para averiguar el grado de moralidad y virtud de una nación. Los judíos, los griegos, los romanos, los suizos, los holandeses, TODOS perdieron su espíritu público y sus formas republicanas de gobierno cuando sus mujeres perdieron el recato y las virtudes domésticas.”
Dijo Elizabeth George en su libro: Una Esposa Conforme al Corazón de Dios: "Sé que la situación de cada mujer es diferente. Muchas trabajan fuera de casa, sin embargo, toda mujer casada está llamada a respetar sus prioridades, que en el caso de una mujer cristiana conforme al corazón de Dios, se trata de las prioridades divinas. Por lo tanto, siempre debemos recordar lo siguiente: Hacer la voluntad de Dios no tiene precio. Jamás el pago, ni el salario, ni los beneficios derivados de un empleo podrán reemplazar una vida conforme a la voluntad de Dios. El trabajo que Dios te ha encomendado es ayudar a tu esposo, alimentar tu relación con él, amar y cuidar a tus hijos, y encargarte de la labor de edificar tu casa".
A continuación les comparto un extracto del libro: “El plan del Señor para la iglesia” de John MacArthur.
Muchas de ustedes dirán: “Yo voy al templo. ¿No es eso suficiente? Primera Samuel 15:22 dice: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios”. El ritual nunca puede reemplazar a la obediencia. En 1 Pedro 1 el apóstol dice:”Ceñid los lomos de vuestro entendimiento” (v.13). En otras palabras, deben estar seguras de que sus prioridades están en buen orden. “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia” (v. 14). No vivan en la manera que vivían antes de ser cristianas. Tienen que ser hijas obedientes.
Es triste que cuando algunas personas se ven confrontadas con la verdad divina que los convence de algo que no es correcto en sus vidas, ellos siguen en su camino de desobediencia. Jesús dijo: “Antes bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios, y la guardan” (Lc. 11:28). Pablo, al elogiar a los cristianos de Roma, dice: “Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros” (Ro. 16:19). El corazón de un pastor se alegra cuando es manifiesta la obediencia de los creyentes.
Jesús dice en Lucas 6:46, “¿Por qué llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo”. Si Jesús es el Señor de su vida, debiera hacer lo que le pide que haga. Mateo 7:13-14 nos dice que el camino que lleva a la salvación es angosto. Lo es porque está limitado por la voluntad de Dios, la ley y la Palabra. Tenemos que afirmar a Cristo como Señor (Ro. 10:9-10) y someternos a su señorío. Eso significa vivir una vida de obediencia.
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